MI TRANSICIÓN

Hoy quiero compartir la historia de mi conversión. Tal vez no sea una gran historia, pero como tal, seguro que habrá muchos que se sientan identificados con ella, porque sé que los grandes cambios se van gestando a golpe de pequeño detalle, hasta que se colma el vaso.
Era una persona que disfrutaba comiendo de todo, lo mismo comida sana que guarrerías varias, aunque reconozco que las guarrerías eran mi perdición. No había una tarde en que no me pusiera a kikos o tortillas de maíz hasta las cartolas, y mi auténtico vicio eran ciertas pipas recubiertas de salsa picante, los paquetes en mi casa entraban y salían a la misma velocidad. Mi despensa era un desastre. Me empecé a pesar porque sentía que los pantalones cada vez me entraban peor, y descubrí con cierto estupor que ganaba peso con mucha facilidad. Básicamente lo que hacía cada día era salir de trabajar, pasar por la tienda de chuches, proveerme de drogas legales y ver tonterías en la televisión mientras me atiborraba. El sentimiento que me provocaba finalmente, era de culpa. Y sin embargo, sentía que no podía ni quería dejarlo. Ahora veo claramente que esos eran los síntomas de una verdadera adicción.Quiero dejar claro que lo importante no es la cifra que se refleje en una báscula, sino cómo se sienta uno con su cuerpo. Y yo me sentía fofa, además de cansada, sin ganas de nada, mi energía era lánguida y apática.
Un día estaba en la librería y me llamó la atención un pequeño manual de macrobiótica. (Aquí dejo un enlace a la wikipedia para más información sobre macrobiótica https://es.wikipedia.org/wiki/Alimentaci%C3%B3n_macrobi%C3%B3tica)No tengo la menor idea de por qué llegué a esa estantería, ya que nunca me había sentido atraída por la alimentación ni la cocina, mi plato estrella en aquel momento eran los macarrones con tomate, bacon y chorizo. Me lo compré siguiendo mi instinto, y por curiosidad, no tenía intención de aplicar nada porque entre otras cosas, creía que cocinar no iba conmigo, pero llamémoslo X, esa curiosidad hizo que me llevara el libro a casa. La filosofía me encandiló, sin embargo, veía ciertas cosas poco prácticas, ingredientes difíciles de encontrar y nada baratos. Así que, eso sí, con una buena sensación de aprendizaje, abandoné el tema silenciosamente.  Para mí, aquel libro fue una semilla abandonada en la oscuridad, que logró germinar. Hoy sé que fue uno de los grandes pilares de mi deseo de cambiar, aunque no pensara en él de manera consciente. Supongo que el “veneno” ya circulaba en mi mente, y me empecé a interesar cada vez más en “sanificar” mi dieta. Ahí fue cuando me di cuenta lo difícil que era desengancharse de los productos hiperprocesados e hipersobrecargados de sabores artificiales, y es que tienen la capacidad de hacer que el resto de alimentos parezcan insípidos y tristes en comparación.
Decidí comenzar por introducir en mi dieta un buen desayuno.  Como había leído sobre la importancia de los cereales integrales y sus beneficios, decidí probar la avena. Además estaba llegando el invierno y es la estación perfecta para éste cereal, al menos para mí.  Empecé con un porridge de copos de avena con fruto secos, y semillas. Pasaron un par de semanas, dos o tres y, no voy  a decir que se obrara un milagro pero, increíblemente sentí que estaba experimentando una reducción de caprichos postcurro. Me apetecía más hacer algo de actividad, aunque fuera dar una vuelta extra por el pueblo antes de llegar a casa, caminar rápido, subir un par de cuestas, con alegría. La energía de mi cuerpo estaba cambiando y me pedía seguir introduciendo más cambios. Lo sentía. Empecé a escuchar a mi cuerpo, porque aunque parezca increíble, tiene voz, pero está conectada con nuestras emociones y nuestros pensamientos, y a veces no la entendemos porque hay mucho ruido. Investigando poco a poco descubrí una nueva manera de alimentación. Y sentía que encajaba con la transición que mi cuerpo ya estaba experimentando. 
La alimentación energética. (Recomiendo libros de Montse Bradford,  muy muy muy interesantes y didácticos) Básicamente nos dice que los alimentos que ingerimos tienen una energía que interactúa con nosotros, que tienen la capacidad de influir en nuestras emociones y sensaciones. Somos lo que comemos. A partir de aquí, es un aprendizaje constante en busca del equilibrio entre cuerpo y mente. Al menos, así la definiría yo, esa es mi definición personal.  Para los que tengan miedo de ésta “secta”, tranquilos, aquí no hay radicalismos, éste modo de vida aúna en una sola comunidad a veganos, vegetarianos, omnívoros, ovolacteovegetarianos, crudiveganos… porque de lo que trata, es que identifiquemos nuestra energía y sigamos nuestro propio camino con la libertad de escoger, conociéndonos y sabiendo la energía que nos transmite el alimento.Aquí quiero compartir con vosotros  qué fue lo que hizo que poco a poco quisiera caminar hacia el veganismo, donde ahora mismo estoy con todo mi corazón pero aún no con toda mi alimentación, aunque camino directa hacia esa meta. Al menos sé que he dejado de contribuir a la maquinaria.(Veganismo https://es.wikipedia.org/wiki/VeganismoEl veganismo (del inglés veganism)a​ es la práctica que rechaza la utilización y consumo de todos los productos y servicios de origen animal.)Un día estaba leyendo el periódico en internet y os juro que después de leer esa noticia, se me revolvieron las vísceras de asco, de terror y de vergüenza hacia el ser humano. Ésta fue la noticia. Aviso. Porque el enlace puede dañar seriamente la sensibilidad de quién lo lea y quién lo vea. Es grotesco. 
El titular “Dos jóvenes matan a 72 lechones tras saltar sobre ellos en Almería.” https://elpais.com/ccaa/2016/01/20/andalucia/1453305407_672076.htmlAún hoy, leyendo la noticia, no puedo evitar que se me caigan las lágrimas de manera incontrolable. No es solo éste hecho, que puede ser un hecho aislado y en el fondo tratarse de dos descerebrados sin empatía ni sensibilidad, es un problema mayor, como especie, tratamos a los animales como si fueran cosas. La industria cárnica trata a los animales como si éstos no sufrieran, como si fueran objetos inanimados que ni sienten ni padecen. He visto videos donde trabajadores dan palos (y lo que no son palos) a patos, gallinas, perros, zorros… de todo, sin aparentemente importales el sufrimiento ajeno. Hay dos opciones, o quienes perpetran estas prácticas son aprendices de psicópatas, o son personas que ven en ello un trabajo y a la hora de hacer esas barbaridades a los animales, simplemente se enajenan  y automatizan el proceso contrarrestando así el dolor y el grito de sus conciencias.  Pues bien, como individuo lo que yo quiero hacer es decir NO. No quiero contribuir a que cada día se maltrate, se esclavice, se torture a animales por garantizar mi cuota de carne. Quiero que no puedan contar con la justificación de mi cuota anual de consumo de carne. No me da la gana que las vacas tengan que parir y parir y parir hasta morir para que les roben sus terneros por darme a mi una leche que no necesito. No me da la gana. Y éste es mi camino. Y eso es lo que yo decido. Cada uno es libre.  Solo he querido compartir mi experiencia y mis motivos.¿Y vosotros? Estaré encantada de que compartáis vuestras opiniones y experiencias. Hagamos comunidad y ayudémonos en nuestros caminos.

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